En la agrupación de acuarelistas a la que pertenezco, Agrupación de Acuarelistas de Andalucía, organizamos anualmente un encuentro de pintura con un afamado acuarelista próximo a nosotros, tanto geográfica como amistosamente.
Algunos miran cómo el "maestro" ejecuta ceremoniosamente la obra para enseñanza de sus "discípulos" y otros, después de oír su clase magistral, pasamos a trabajar lateralmente, sobre el escenario que disfrutábamos alrededor.
En esta ocasión nuestro maestro ha sido Geoffrey Wynne, que ha compartirdo intensamente con nosotros su oficio y maestría.
La acuarela que muestro a continuación es el resultado de una fría y despejada mañana del invierno en mi ciudad, en la Plaza de América del Parque de María Luisa, también conocida por la Plaza de las Palomas.
Ahí, siguen vendiendo arberjones para las palomas, comida que, una vez comprada por abuelos y padres, es deglutida por las palomas de la zona en las manos de los niños que se atreven a posar en una fotografía que será recordada pasados algunas decenas de años.
Al fondo, la torre del pabellón de Argentina de la Exposición Iberoamericana de 1929, próximo a la orilla del río Guadalquivir.
Ahí, siguen vendiendo arberjones para las palomas, comida que, una vez comprada por abuelos y padres, es deglutida por las palomas de la zona en las manos de los niños que se atreven a posar en una fotografía que será recordada pasados algunas decenas de años.
Al fondo, la torre del pabellón de Argentina de la Exposición Iberoamericana de 1929, próximo a la orilla del río Guadalquivir.
Al ser pintada la zona a una hora temprana, todavía no había público, tan sólo los vendedores dispuestos al lado de sus tenderetes, bajo sombrillas parasoles.
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